“No hay temor en el amor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor. El que teme espera el castigo, así que no ha sido perfeccionado en el amor. Nosotros amamos a Dios porque él nos amó primero.”1
En las clases/seminarios que he enseñado lo largo de varios años he preguntado a cientos de personas cuantos de ellos sienten que les gustaría más amor en su vida. En respuesta, la mayoría de las manos se levantan. Pero cuando les pregunto cómo pueden obtener más amor, casi todos contestan, “dando amor.”
Suena razonable y funciona maravillosamente bien, siempre y cuando nos sentimos amados. El hecho es, sin embargo, que no podemos dar lo que no tenemos. En otras palabras, sólo puedo dar amor en la medida en que he estado y me siento amado.
En mi experiencia no creo que hay muchos principios que me resulten tan sencillos y a la vez tan profundo en sus efectos—y tan difícil para la gente de entender —que el enseñar a cómo crecer en el amor para que ellos se sientan amados y tengan más amor para dar.
Aquí está el principio: Amamos a Dios porque él nos amó primero. Amamos a la gente exactamente de la misma manera—¡porque alguien nos amó primero!
El amor es una lección que tenemos que aprender. No venimos al mundo sabiendo amar, llegamos sólo con la capacidad de aprender a amar. Si crecemos y vivimos con amor, vamos a aprender a amar y a ser cariñoso. Si no lo hacemos, no lo haremos. Es decir, si no crecemos dentro de un hogar lleno de amor, no vamos a aprender a sentirnos amados o cómo amar. Nos convertimos en aquello con lo que crecimos.
Si hemos crecido sin el amor suficiente, tenemos que encontrarlo ahora. Pero, ¿cómo hacemos esto? Como decíamos ayer, sólo podemos sentirnos amados en la medida en que se nos conoce. En otras palabras, para amar plenamente tenemos que ser conocidos plenamente por quienes realmente somos. Esto es algo que da miedo y por ende lo hace tan difícil para la gente de entender.
Me temo que si ustedes supieran quién soy realmente, con todos mis miedos, errores y fracasos, no les agradaría y no me amarían. Sin embargo, si estoy con la gente con quien me siento seguro y amado el resultado seria todo lo contrario. Las personas más fácil de amar en el mundo son las personas que son reales—que son honestas, personas que no se esconden detrás de una máscara falsa que pretende ser algo o alguien que no lo son.
En otras palabras, aprendo sobre el amor al estar con la gente segura, es decir, que no critican, no dan consejos, y no tratan de corregirme. Si usted es una persona segura, confiable, al permitirle ver a mis miedos, fracasos y defectos y si usted no me juzga, no me dice lo que debe o no debe sentir, ser o hacer, sino que me acepta y me amar como Yo realmente soy, poco a poco aprendo a amar y me acepto a mi mismo exactamente de la misma manera. Esa reprogramación de la mente no sucede de la noche a la mañana. Se necesita tiempo, paciencia y persistencia. Por mucho que yo pudiera no hay otra manera de crecer en el amor. Simplemente no hay una solución rápida.
Para la curación de las personas, lo cual incluye la sanidad en el amor, la Biblia nos enseña a confesar nuestros pecados y ofensas unos a otros, orar los unos por los otros para que seamos sanados.2 Pero ni se le ocurra confesar sus pecados y faltas de las personas inseguras/que no son de confiar. Si lo hace, sólo sentirá más rechazo.
Se sugiere la siguiente oración: “Dios mío, por favor ayúdame a ser abierto, honesto y sincero conmigo mismo y contigo, y para encontrar al menos a una persona cariñosa que sea de fiar con quien puede ser totalmente abierto, honesto y real y confesar mis miedos, culpas, fracasos y pecados… y al hacerlo experimentar la sanidad—y por lo tanto aprender a amarme y aceptarme así como tú me amas y aceptas. Y después hazme un canal de amor a través del cual tu amor pueda fluir a todas las vidas que toque. Gracias por escuchar y responder a mi oración. En el nombre de Jesús, amén.”
1. 1 Juan 4:18-19 (Nueva Versión Internacional).
2. Santiago 5:16.
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