“Cuando llegaron, Samuel se fijó en Eliab y pensó: ‘Sin duda que éste es el ungido del Señor. Pero el Señor le dijo a Samuel.’ Pero el Señor le dijo a Samuel, ‘No te dejes impresionar por su apariencia ni por su estatura, pues yo lo he rechazado. La gente se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón.’”1
La sociedad de hoy, por lo menos en los Estados Unidos, pone un tremendo énfasis en la apariencia física—tanto en los hombres como en las mujeres. Si por ejemplo, dos hombres con las mismas calificaciones solicitan el mismo trabajo, es más probable que el hombre alto obtenga el trabajo.
Carlos Rómulo, el Secretario del Exterior de las Filipinas, mide solo 1.626 metros (aproximadamente 5’4″). El estaba muy consciente de su estatura hasta que visito el Museo de Cera de Tussaud en Londres y descubrió que él era 50 milímetros (2 pulgadas) más alto que Napoleón Bonaparte (quien llegó a ser conocido como “el pequeño cabo”). Rápidamente se deshizo de sus zapatos altos.
William Wilberforce fue otro hombre pequeño. Fue conocido por su elocuencia y en 1780 a la edad de veintiún años, entró en el Parlamento británico. Seis años más tarde se unió a Thomas Clarkson y comenzó su lucha contra la esclavitud, a pesar de que el proyecto de ley para poner fin a la trata de esclavos no se convirtió en ley hasta 1807—veintiún años más tarde. Más que cualquier otra persona, Wilberforce ayudó a poner fin a la trata de esclavos por parte de los británicos.
A menudo en la vida muchos de los grandes logros han sido realizados por aquellos que han tenido un serio revés, una importante limitación o discapacidad intelectual, o un fracaso significativo de un tipo u otro, pero han superado su defecto y se han levantado por encima de sus circunstancias para alcanzar las metas que había fijado por sí mismos.
Con la ayuda de Dios, usted y yo podemos hacer lo mismo. No es nuestra apariencia exterior lo que Dios ve. Ve nuestro corazón y quiere que utilicemos los dones que él nos ha dado, no los dones que otros tienen.
Se sugiere la siguiente oración: “Dios mío, estoy disponible para que me utilices. Ayúdame a verme y a creer en mí mismo como tú lo haces y prepararme para ponerme a trabajar y cumplir el propósito que me has dado. Gracias por escuchar y responder a mi oración. Con gratitud, en el nombre de Jesús, amén.”
1. 1 Samuel 16:6-7 (NVI).
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