Un Sermón que camina

“No se contenten sólo con escuchar la palabra, pues así se engañan ustedes mismos. Llévenla a la práctica.”1

En 1953 los periodistas se reunieron en una estación de tren de Chicago esperando al ganador de premio Nobel de la Paz del 1952.

Era un hombre grande, más de seis pies de alto, de pelo espeso y un gran bigote.

Los reporteros estaban muy contentos de verlo y lo expresaron con honor al querer conocerlo. Las cámaras lanzaban sus flashes, había gente que expresaba su admiracion cuando, más allá de todo, el visitante vio a una anciana afroamericana luchando para llevar a sus dos maletas grandes.

“Disculpe”, dijo mientras se dirigía a la ayuda de esta mujer. Recogiendo sus maletas, la acompañó a un autobús y luego se disculpó con los reporteros por mantenerlos en espera.

El hombre fue el Dr. Albert Schweitzer, el famoso misionero-médico que había invertido su vida ayudando a los pobres y a los enfermos en África.

Un miembro del comité de recepción le comentó a uno de los reporteros, “Es es la primera vez que vi un sermón caminando.” La medida de cualquier hombre o mujer no es su nombre, ni su fama, ni lo que dicen, es lo que hacen.

Se sugiere la siguiente oracion: “Querido Dios, por favor, ayúdame a ser un hacedor de Tu Palabra y no sólo un oyente en cualquier cosa. Gracias por escuchar y responder a mi oración. Con gratitud, en el nombre de Jesús, Amén. “

1. Santiago 1:22 (NVI).

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