“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.”1
Hace algún tiempo, una maestra en Decatur, Georgia, le enseñó a sus estudiantes de cuarto grado una lección invaluable al llevar a cabo un funeral. Ella entusiasmó a la clase porque el funeral seria para un enemigo—el enemigo “yo no puedo.”
“A cada niño se le animó a escribir su lista de sus ‘yo no puedo’: ‘No puedo hacer matemáticas.’ ‘No puedo hacer amigos.’ ‘No puedo pegar un cuadrangular en beisbol.’ No puedo dar un reporte sobre un libro enfrente de la clase,’” y así sucesivamente.
Cuando la maestra recopiló todas las listas de “Yo no puedo”, las puso en una caja y junto con la clase las llevó afuera donde los estudiantes tomaron turnos cavando una tumba. En su palabras de despedida ella dijo, “Le estamos dando a “Yo no puedo” un descanso final y una lapida que contiene su epitafio. Le sobreviven sus hermanos y hermanas, ‘Yo puedo,’ ‘Lo haré,’ ‘Voy a hacerlo en este momento.’ Descanse en paz ‘yo no puedo’ y que todos los presentes puedan levantarse y continuar con sus vidas en su ausencia.”2
El golfista Arnold Palmer ha ganado cientos de trofeos pero aparentemente nunca los presume. En la pared de su oficina esta una placa enmarcada que dice:
Si piensas que estás vencido, lo estás.
Si piensas que no te atreves, no lo harás.
Si te gustaría ganar pero piensas que no puedes,
es casi cierto que no lo harás.
Las batallas de la vida no siempre van
al hombre más fuerte,
pero tarde o temprano, el hombre que gana
es el hombre que piensa que puede.
Se sugiere la siguiente oración: “Dios mío, gracias por las habilidades que me has dado. Ayúdame a reconocer cuáles son, y a creer en mi corazón que mientras yo viva en armonía con tu voluntad, puedo hacer todo lo que me has permitido hacer. Por favor libérame del pecado de la incredulidad no solo de ti pero de mí mismo. Gracias por escuchar y responder a mi oración. Con agradecimiento, en el nombre de Jesús, amén.”
1. Filipenses 4:13 (NKJV).
2. Phillip B. Childs, “El funeral de Yo no puedo,” Reportero del North Texas United Methodist, 22 de enero de 1999. Citado en www.sermons.com.
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