“Queridos amigos, no crean a todo espíritu, sino sométanlo a prueba para ver si son de Dios.”1
En mis años mozos era un joven cristiano que quería hacer las cosas bien y mientras que estoy tremendamente agradecido a mis padres por criarme dentro de una iglesia en la que escuché el mensaje de salvación de Dios, la iglesia tenía unas tendencias un poco legalistas. Una de ellas era que nos hacían sentir culpables si no dábamos regularmente “testimonio” para el Señor. Eso significaba que teníamos que estar siempre diciéndole a alguien acerca de Jesús y cómo podrían salvarse. La idea estaba bien, pero los métodos y los motivos eran horribles.
Hice mi mejor esfuerzo para ser un buen testigo, pero cuando miro hacia atrás, la mayoría de esos intentos torpes para dar testimonio probablemente hicieron más pata alejar a la gente del Señor que para acercarlos a él. En esos momentos yo estaba tan asustado y tenso que si alguien me hubiera picado con un alfiler (gráficamente hablando), probablemente me habría hecho estallar.
También había otros cuantos “deberías.” Era como una vocecita dentro de mi cabeza diciendo: “Tienes que hacer esto… tienes que hacer aquello. No debes de hacer esto. No debes de hacer eso”, y así sucesivamente. Solía pensar que esa voz era Dios diciéndome lo que debía o no debía hacer. De hecho, si la pequeña voz en mi cabeza me hubiese dicho que me parará de cabeza, probablemente lo hubiese hecho—al menos cuando nadie me hubiera visto!
Afortunadamente, también me enseñaron a “probar los espíritus” lo que hice y descubrí que una vocecita dentro de mi cabeza era una compulsión que venía de dentro, en lugar de una convicción externa, es decir, que no era de Dios. Puede ser difícil discernir la diferencia entre una compulsión y una convicción, pero en pocas palabras, una compulsión es donde uno se siente impulsado sin descanso, mientras que una convicción es donde uno se mueve más suavemente. Con una compulsión esa pequeña voz en tu cabeza te puede volver loco hasta que haces lo que te dice que hagas. Con una convicción que viene de Dios, siempre hay una sensación de libertad porque “donde está el Espíritu del Señor hay libertad.” Uno siempre tiene la libertad de decir “No.”
Solo porque una pequeña voz dentro de tu cabeza “habla” no hay garantía de que es de Dios o del Espíritu de Dios. Si esta “voz” te plaga continuamente, puede ser TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo), que puede necesitar ayuda profesional y medicación para ponerlo bajo control. Podría estar asociado con su necesidad de complacer a la gente con el fin de sentirse aceptado por los líderes y / o compañeros (estoy bastante seguro de que esto era parte de mi problema). También podría provenir de la propia necesidad de llamar la atención de los compañeros y de sentirse importante porque “Dios me habla a mí.” O podría ser del mal que sabe que nos puede precipitar a una vida de pecado y degradación, por lo que busca “empujarnos hasta el límite de manera que nuestras mentes están tan enfocada en lo celestial que no sirven para nada terrenal.”
No estoy diciendo que Dios no “habla” con nosotros o que el Espíritu de Dios no nos guía. Para nada. Sin embargo, necesitamos un espíritu de discernimiento para saber si el verdadero origen de estas “voces” internas o convicciones es de Dios, del maligno, o de nuestras propias tendencias neuróticas. Se empieza por aprender a rezar la oración correcta tal como la siguiente:
Se sugiere la siguiente oración: “Dios mío, por favor, dame un espíritu de discernimiento, para que cuando escuche una ‘voz interior’ yo sabré si viene de ti, el enemigo, o de mi mismo. Gracias por escuchar y responder a mi oración. En el nombre de Jesús, amén.”
1. 1 Juan 4:1 (NVI).
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