“Yo, el Señor, no cambio.”1
Mientras que algunas cosas nunca cambian, no se puede decir eso acerca de la vida en el siglo pasado. He leído que si tuviéramos que poner el conocimiento del mundo desde el principio del tiempo hasta 1845 en una gráfica esta mediría sólo 1 pulgada de altura. De 1845 hasta 1945 — sólo 100 años — la gráfica mediría 3 pulgadas de alto. Pero desde 1945 hasta el día de hoy la gráfica sería tan alta o incluso más alta que el monumento a Washington.
Los cambios, cambios rápidos — algunos para bien y algunos para mal — se han convertido en el orden del día. Dicen que el trabajador promedio de hoy en día tendrá que ser reentrenado en su trabajo por lo menos tres veces durante su carrera para mantenerse al ritmo con todos los cambios. Cambios en la tecnología, nuestra forma de vida, relaciones, creencias, filosofía, moral y así sucesivamente están ocurriendo tan rápido que es difícil mantenerse enterado de todo. Nos puede dejar dando vueltas y estresados al máximo.
Y mientras que hemos aprendido cómo poner a un hombre en la Luna y hablar con él, mientras que él está allí, sabemos muy poco sobre cómo comunicarnos entre nosotros de manera significativa, cuando estamos en la misma habitación. Gran parte de nuestra educación moderna (con acceso ilimitado a los conocimientos) nos ha enseñado cómo ganarnos la vida, pero ha fracasado estrepitosamente en cómo enseñarnos a vivir.
Y sin un ancla para el alma podemos quedar flotando en un agitado mar de incertidumbre e inseguridad. Pero para aquellos que tienen fe en Dios, de una cosa podemos estar absolutamente seguros: ¡Dios no cambia! Su amor es de eternidad a eternidad y él aún está en control del mundo y universo pase lo que pase.
En los Estados Unidos hemos grabado en nuestras monedas, “En Dios Confiamos.” Pero hasta que esté grabado en nuestros corazones, y confiemos realmente en el Dios que no cambia, no tendremos ninguna seguridad duradera.
T.O. Chisholm escribió:
Grande es tu lealtad, Oh Dios mi padre,
No hay ninguna sombra de inflexión en ti;
Tú no has cambiado, tu compasión no me ha fallado,
como tú has sido así serás para siempre.
¡Grande es tu fidelidad! ¡Grande es tu fidelidad!
Mañana a mañana yo veo nuevas misericordias;
Todo lo que he necesitado tu mano me lo ha otorgado;
¡Grande es tu fidelidad hacia mi señor!
Se sugiere la siguiente oración: “Dios mío, gracias por tu lealtad y porque tu naturaleza no cambia. Ayúdame a confiar en ti sin que nada importe, sabiendo que tú estás en control y tienes al mundo en tus manos. Por favor toma mi vida en tus manos, te cedo el control de mi vida. Con gratitud en el nombre de Jesús. Amén.”
1. Malaquías 3:6 (NVI)
<:))))><