“El Dios sempiterno es tu refugio; por siempre te sostiene entre sus brazos.”1
Perdón mi sentimentalismo pero por primera vez en mi vida tengo un perro… una pequeña pero hermosa cachorra shiatsu llamada Addie (abreviatura de Adelaida donde viví en Australia). Mis hijos tenían perros cuando eran niños y me encantaban sus mascotas, pero el tener mi propio perro (de Joy y mío) es otra cosa. Mi madre no sólo tenía un perro como mascota cuando era pequeño, pero también tenía una cacatúa (una cacatúa de color rosa y gris) que tenía sus alas recortadas por lo que prácticamente tenía acceso a lo largo de nuestra casa. Fue fascinante el verle caminar como un pato detrás de mi madre dondequiera que ella iba. Era impresionante ver cómo estaba encariñada con ella. Y ahora, como persona de la tercera edad, yo y Joy somos los orgullosos dueños de un perro que adoramos y en donde existe un afecto mutuo.
El punto que estoy tratando de hacer, sin embargo, es que nosotros somos la seguridad para Addie. Yo he visto, cuando ella tenía miedo de un perro más grande, casi volaba a mis brazos; ella saltaba lo mas que podía para llegar a mis brazos. Lo mismo ocurre cuando la llevamos a dar un paseo. Cuando ella tiene miedo, sólo quiere estar en los brazos. Para Addie, nuestros brazos son su seguridad.
Para el cristiano cuando sintamos temor, recordemos que por debajo están los eternos brazos de Dios y siempre está ahí para nosotros. El es nuestra seguridad—nuestra seguridad en el tiempo y la eternidad. Qué bendita esperanza tenemos gracias a Jesús.
“Cuando el rey Saúl estaba tan extremadamente celoso de David que estaba tratando de cazarle para matarlo, David ciertamente tenía justificación para temer. Pero, dijo, “el Señor está conmigo; No temeré miedo. ¿Qué me puede hacer un simple mortal?”2
Que Dios nos ayude para tener la misma confianza en Dios como lo hizo David. El es el mismo Dios y nos ofrece la misma seguridad.
Se sugiere la siguiente oración: “Dios mío, cuando sienta temor, por favor ayúdame a recordar tu Palabra que dice, ‘El Señor está cerca de quienes lo invocan, de quienes lo invocan en verdad. Cumple los deseos de quienes le temen; atiende a su clamor y los salva’3 y que ‘por siempre nos sostiene entre sus brazos.’1 Gracias por tu maravillosa promesa de que siempre estarás conmigo, y por escuchar y responder a mi oración. Con gratitud, en el nombre de Jesús, amén.”
1. Deuteronomio 33:27 (NVI).
2. Salmo 118:6 (NVI).
3. Salmo 145:18-19 (NVI).
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