“El hombre respondió, ‘La mujer que me diste por compañera me dio de ese fruto, y yo lo comí.’ Entonces Dios el Señor le preguntó a la mujer: ‘¿Qué es lo que has hecho?’ ‘La serpiente me engañó, y comí’”—contestó ella.1
Había tenido una semana muy ocupada y acababa de llegar a casa un domingo por la noche cuando sonó mi teléfono. Una voz muy familiar me preguntó “¿tienes tiempo para hablar en este momento?” “No, no puedo hablar en este momento,” fue mi respuesta. “Estoy muy cansado y necesito irme a descansar.” “¿Me podrías llamar por la mañana?”
Pero el hombre no dejo de hablar. Empezó a volcar su tristeza y oscura historia. El ya me había llamado en varias ocasiones y de nuevo me contaba sobre lo mal que sus padres le trataban. El les culpaba por todos sus problemas—a pesar de que era un hombre cultivado.
Finalmente le interrumpí y dije, “Pedro, lo que tus padres han hecho puede ser terrible, pero mientras tú continúes culpándoles o a alguien mas por la forma en la que tú reacciona y de las dificultades que estás teniendo, nunca mejorarás. Se que tú deseas que las cosas cambien, pero no puedes hacer eso. Si lo intentas, existe la posibilidad de que ellos se molesten más contigo. La única persona a la que cualquiera de nosotros puede cambiar es a nosotros mismos—y al ir cambiando, aquellos a nuestro alrededor se verán forzados a cambiar (sin embargo, no siempre es lo mejor). Algunas personas no quieren que cambiemos porque les gusta tener a alguien a quien “apalear” por así decirlo, o para quejarse, o para mimarles, o para tratar de educarles cual si fueran sus padres. Sin embargo, ahora que somos adultos no permitas que olvidemos que los padres u otras personas sólo pueden hacernos cosas negativas si se los permitimos.
Es cierto que, el caso de Pedro era un tanto extremo, pero ilustra un problema muy común en las relaciones. De una manera más sutil, pero de igual manera real, esto se ve en el matrimonio de un amigo que está en problemas y el marido escribe y me pide que oren por su esposa. “Ella realmente necesita de tus oraciones por su problema,” dice, ¡pero no dice nada acerca de sus propios problemas!
Desde Adán Y Eva, las personas han estado evitando la responsabilidad personal y culpan a los demás por sus problemas. Así que si yo pudiera impartirle a todas las personas una sola verdad que tiene el poder de transformar sus vidas, seria esta: Tú eres responsable por tus reacciones, cuando reaccionas de más, por lo que sientes, por lo que piensas, y por lo que haces. Siempre y de todas formas.
Es verdad, no somos responsables por la forma en la que fuimos criados y de muchas de las cosas que pasaron en el pasado, pero como adultos ahora somos responsables por lo que hacemos para resolver nuestro pasado, porque lo que hagamos acerca de nuestros problemas, la forma en la que reaccionamos a ellos, en quienes nos convertimos y por lo que hacemos con nuestras vidas.
Como lo digo constantemente, Dios nos dará la sabiduría, la guía y nos mostrará el camino si así lo deseamos, pero él no lo hará por nosotros aquellos que nosotros podemos y debemos de hacer por nosotros mismos. Si él lo hiciera, eso nos mantendría como personas sobre dependientes e inmaduras.
Se sugiere la siguiente oración: “Dios mío, por favor ayúdame a siempre ser honesto conmigo mismo y contigo, dejar de culpar a los demás por mis respuestas y por mis problemas, y a siempre ser personalmente responsables de mis acciones y mis reacciones bajo todas circunstancias. Gracias por escuchar y responder a mi oración. De todo corazón en el nombre de Jesús, amen.”
1. Génesis 3:12-13 (NVI).
<:))))><