“Ya han pasado cuarenta y cinco años desde que el Señor hizo la promesa por medio de Moisés, mientras Israel peregrinaba por el desierto; aquí estoy este día con mis ochenta y cinco años: ¡el Señor me ha mantenido con vida! Y todavía mantengo la misma fortaleza que tenía el día en que Moisés me envió. Para la batalla tengo las mismas energías que tenía entonces. Dame, pues, la región montañosa que el Señor me prometió en esa ocasión. Desde ese día, tú bien sabes que los anaquitas habitan allí, y que sus ciudades son enormes y fortificadas. Sin embargo, con la ayuda del Señor los expulsaré de ese territorio, tal como él ha prometido.”1
Debido a su fe y determinación Caleb ciertamente era una persona que tomaba riesgos. Si no estamos dispuestos a arriesgarnos a perder al salir de nuestra zona de confort para hacer la voluntad que Dios tiene para nuestras vidas, perderemos todo lo que Dios nos tiene preparado. O como lo expresa poéticamente William Arthur:
El Riesgo
“El reír es el arriesgarse a parecer un tonto,
El llorar es arriesgarse a parecer sentimental.
El legar a otros es el arriesgarse a asociarse
El exponer los sentimientos es arriesgarse a exponer a su verdadero ser.
El exponer sus ideas y sueños frente a una multitud es arriesgarse a perderlos.
El amar es arriesgarse a no ser correspondido,
El vivir es arriesgarse a morir,
El esperar es arriesgarse a la desesperación
El intentarlo es arriesgarse al fracaso.
Pero debemos tomar los riesgos porque el mayor peligro en la vida es el no arriesgar nada.
La persona que no corre el riesgo, no hace nada, no tiene nada, no es nada.
Puede evitar el sufrimiento y el dolor,
Pero él puede aprender, sentir, cambiar, crecer o vivir.
Encadenado por su sumisión es un esclavo que ha perdido la libertad.
Sólo la persona que corre el riesgo es libre.
El pesimista se queja del viento;
El optimista espera que cambie
Y el realista ajusta las velas.”
Como lo dijo alguien más, “Nada aventurado, nada ganado. El alma tímida pregunta, ‘¿qué puedo perder si lo hago?’ El cristiano pregunta, ‘¿qué puedo perder si no lo hago?’ La vida real se vive al límite.”
¿Qué estamos arriesgando usted y yo por Dios y su obra aquí en la tierra?
Se sugiere la siguiente oración: “Dios mío, tú no arriesgaste tu vida simplemente por mí. La diste voluntariamente. El que hayas muerto por mí, me ayuda a tomar el riesgo de vivir la vida al máximo por ti. Ayúdame a recordar siempre que no es un tonto aquel que renuncia a lo que no puede mantener con el fin de obtenerlo lo que no puede perder.” Gracias por escuchar y responder a mi oración. Con gratitud, en el nombre de Jesús. Amén.”
1. Josué 14:10-12.
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