He leído que, allá por el siglo XIX, cuando mucha gente de Irlanda trataba de conseguir pasaje hacia el nuevo mundo, un joven que no tenía la tarifa secretamente abordó un barco como polizón. En el mar el barco se topó con un témpano y comenzó a hundirse. Cuando el chico se dio cuenta de lo que estaba sucediendo, salió de la clandestinidad y corrió a la cubierta solo para ver al capitán tomando el último espacio disponible en el último bote salvavidas. En la tradición del mar, el capitán salió del bote salvavidas y dio su asiento al niño. Lo último que el capitán le dijo fue, “Nunca olvides lo que se ha hecho por ti.”

Pasaron los años, y el niño creció para convertirse en un hombre muy exitoso. Cuando se le preguntó cuál era el secreto de su motivación, dijo, “Cada vez que empiezo a dudar de mí mismo o me alejo de lo que debería estar haciendo, siempre recuerdo a un capitán de pie en la borda diciendo, ‘Nunca olvides lo que se ha hecho por ti.’”²

Nunca olvidemos ni usted ni yo lo que Jesucristo ha hecho por nosotros al dar su vida en la Cruz y para pagar la pena por todos nuestros pecados, para así concedernos un indulto total y libre y darnos el don de la vida eterna. Que nuestra forma de vida y cómo vivimos para Dios y los demás sea una evidencia de nuestro más sincero agradecimiento.

Se sugiere la siguiente oración: “Dios mío, cómo puedo agradecerte suficientemente el que hayas dado a tu hijo, Jesús, para que diera su vida en mi lugar, para que yo fuera totalmente perdonado y así recibir el regalo de la vida eterna en el cielo para siempre. Ayúdame a  nunca a olvidar esto en la forma en que vivo, en lo que hago, y en cómo te sirvo y ayudo a los demás. Gracias por escuchar y responder a mi oración. Con agradecimiento, en el nombre de Jesús, amén.”

1. Romanos 5:7-8 (NIV)
2. Citado en KneEmail, Mike Benson, editor.