“Queridos hermanos, no crean a cualquiera que pretenda estar inspirado por el Espíritu, sino sométanlo a prueba para ver si es de Dios, porque han salido por el mundo muchos falsos profetas.”1
Sin duda Dios todavía nos guía, nos dirige y se comunica con nosotros hoy. Sin embargo, a menos que el mensaje/instrucción recibido es de la palabra de Dios, la Biblia, o está en completa armonía con ella, podemos estar seguros que no es de Dios.
Si utilizamos “el hablar de Dios” como un medio para obtener lo que queremos, como se muestra a continuación: “Dios me dijo que debe de ser de esta forma tal y tal,” o “Dios me dijo que tú serás mi cónyuge,” etc., etc., puede estar bastante seguros que es solo “hablar de Dios” y no viene de Dios. Y cuando citamos versículos de la Biblia fuera de contexto para justificar lo que estamos haciendo, esto es nada más que contradicciones.
Cuando hacemos uso inadecuado de frases como “Dios mío” cuando nos golpeamos un dedo con un martillo (un buen viejo “Ouch” seria más apropiado), o cuando culpamos a Dios por problemas que son nuestra culpa, o citamos versos de la Biblia como un medio de evitar la responsabilidad personal, solo estamos expresamos frases de la Biblia sin sentido.
Los merolicos bíblicos puede impresionar a los crédulos, pero todo es falso. Es otra forma de defensa para evitar enfrentarse a la realidad: otra forma de negación que es siempre una forma contraproducente de vivir. Si hay una cosa que Dios quiere es que seamos honestos y reales. Como lo dice su palabra, “Dios desea la verdad.”2
Se sugiere la siguiente oración: “Dios mío, libérame del pecado de la deshonestidad, el rechazo y la falsedad, y ayúdame a siempre ser una persona amorosa y real. Gracias por escuchar y responder a mi oración. Con gratitud, en nombre de Jesús. Amén.”
1. 1 Juan 4:1 (NVI).
2. Salmos 51:6.
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