“Después de la muerte de Moisés, siervo del Señor, Dios le dijo a Josué hijo de Nun, asistente de Moisés: ‘Mi siervo Moisés ha muerto. Por eso tú y todo este pueblo deberán prepararse para cruzar el río Jordán y entrar a la tierra que les daré a ustedes los israelitas. Tal como le prometí a Moisés, yo les entregaré a ustedes todo lugar que toquen sus pies.’”1
Poco tiempo después de que Dios liberó a los a entrega los antiguos israelitas de la esclavitud en Egipto ellos querían regresar—a pesar de los milagros de los que habían sido testigo, tales como la partición de las aguas del mar rojo para que pudieran cruzar a la tierra prometida en tierra firme. Sin embargo, cuando las cosas se pusieron difíciles a través del desierto, se quejaron y querían regresar a Egipto. ¿Fue porque temían que las cosas no iban a mejorar o pensaban que Dios les había abandonado? ¿O tenían miedo del cambio? Como dice el viejo refrán, “más vale diablo por conocido que nuevo por conocer.”
No hemos cambiado mucho, ¿no es así? Como lo dice un escritor, “El problema estos días es que la gente quiere llegar a la tierra prometida sin tener que pasar por el desierto.”
Para los cristianos Dios tiene una “tierra prometida” de la libertad, el crecimiento, la integridad y la entrega. Es allí para nosotros, pero no sin las luchas y el trabajo a través de nuestros propios parajes desiertos.
Como Josué que guió a los israelitas hacia la tierra prometida, también necesitamos “levantarnos, ir y conquistar” las promesas que Dios tiene para nosotros. Y nosotros también tendremos un montón de obstáculos y reveses a superar. Al mismo tiempo, tenemos la misma seguridad que Dios le dio a Josué cuando él le dijo: “Ya te lo he ordenado: ¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el Señor tu Dios te acompañará dondequiera que vayas.”2
Se sugiere la siguiente oración: “Dios mío, por favor dame el valor de activamente reclamar todas las promesas que tienes para mí y así poder convertirme y hacer todo lo que deseas que sea y haga. Y dame la determinación de nunca darme por vencido, sin importar que difícil sea el camino, sabiendo que tú estarás conmigo a cada paso del camino. Gracias por escuchar y responder a mi oración. Con gratitud, en el nombre de Jesús, amén.”
1. Josué 1:1-3 (NKJV).
2. Josué 1:9, (NIV).
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