He leído cómo, en una ocasión, el evangelista inglés George Whitefield (1714-1770) recibió una carta muy crítica, acusándolo de haber hecho algo mal. Su respuesta fue breve y concisa: “le agradezco sinceramente su carta. En cuanto a lo que usted y otros de mis enemigos están diciendo en contra mía, sé cosas sobre mí peores de lo que ustedes puedan decir acerca de mí. Con amor en Cristo, George Whitefield.”

Whitefield no se defendió, probablemente debido a que no era culpable de lo que se le acusaba. Muy a menudo entre más culpables somos, más defensivos nos volvemos. O podemos llegar a ser muy defensivos si estamos más preocupados por nuestra imagen de lo que estamos acerca de agradar a Dios, o si somos muy inseguros y tenemos la necesidad de parecer “perfectos” ante nuestros propios ojos y los de los demás. Y al hacer esto a la única persona a la que engañamos es a nosotros mismos.

Yo he sido llamado algunas cosas muy humillantes en más de una ocasión. Mi respuesta inmediata ha sido, “Sí, a veces lo soy.” En estas ocasiones no tuve necesidad de ponerme a la defensiva porque no me sentía culpable o amenazado. Incluso si yo hubiera sido culpable de lo que había sido acusado de hacer, hubiera sido más constructivo reconocer mi culpabilidad y hacer todo lo posible para arreglar las cosas.

Creo que las escrituras del día de hoy nos dicen que en todas las situaciones conflictivas es mucho más constructivo el encontrar un punto en el que estemos de acuerdo con nuestros adversarios lo más pronto posible.

Se sugiere la siguiente oración: “Dios mío, por favor, ayúdame cuando esté siendo acusado o criticado, para no estar a la defensiva, pero para encontrar un punto de acuerdo y también a admitir cuando estoy equivocado y hacer lo que pueda para corregir las cosas. Gracias por escuchar y responder a mi oración. Con gratitud, en el nombre de Jesús. Amén.”

1. Mateo 5:25.