“Una lagartija se puede atrapar con la mano, pero también se le encuentra hasta en los palacios.”1
¿Que nos puede enseñar una pequeña lagartija? Por una parte nos puede enseñar las recompensas de la persistencia.
Se ha dicho que “la carrera no es siempre el rápido sino para aquellos que continúan corriendo.” Sin duda, este principio se aplica a cumplir el propósito que Dios le ha dado a nuestra vida y al logro de nuestro potencial humano y espiritual. No tenemos que ser genios para hacer esto, pero tenemos que ser persistentes y mantenernos en la marcha sin importar nuestras circunstancias.
El apóstol Pablo experimentó a todo tipo de retos y reveses. Fue un náufragos, fue apedreado y dado por muerto, azotado y golpeado, encerrado en la cárcel por predicar el Evangelio de Jesucristo. El supo por experiencia propia lo que era experimentar la soledad, el frío y el hambre. Mientras estaba en prisión escribió algunas de sus grandes cartas a las iglesias — como lo hizo John Bunyan con su libro, El Progreso del Peregrino, cuando él estaba en la cárcel.
Hace algún tiempo escuché a un predicador que tenía parálisis cerebral y luchaba con cada frase que habló. Yo estaba muy emocionado. Dios usó a este hombre para influenciar a cientos de vidas por toda la eternidad. Si alguna vez vi persistencia la vi en este hombre. A pesar de su debilitante discapacidad, alcanzó la cima y utilizaba al máximo su potencial.
Dios tiene un plan y un propósito de vida para cada uno de nosotros. Para lograrlo tendremos que tener dedicación, compromiso, trabajar duramente y con persistencia. Como Pablo dijo,
“es Dios mismo en su misericordia quien nos ha dado este maravilloso trabajo… y por lo tanto nunca renunciamos.”2
Se sugiere la siguiente oración: “Dios mío, en medio de mis reveses y las desilusiones de la vida, por favor dame el regalo de la persistencia para nunca darme por vencido en los retos y convertirme en quien tu deseas y hacer lo que tu deseas que haga. Gracias por escuchar y responder a mi oración. Con gratitud, en el nombre de Jesús. Amén.”
1. Proverbios 30:28 (NIV).
2. 2 Corintios 4:1, (TLB).
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