Jeannette Bruce escritora de Sports Illustrated, en una ocasión paso dos años y medio tomando lecciones de judo, progresando firmemente a través del espectro de las cintas de defensa personal. 

Dijo, “En una noche lluviosa todo parecía valer la pena. La cosa que sueña cada estudiante de judo me pasó a mí. Caminaba por la Sexta Avenida cerca de las 9: 00 p.m., cuando un hombre salió de una puerta oscura y trató de arrebatarme el monedero. ¡Qué tan preparada estaba, qué tan lista para tirarlo al pavimento con un suave movimiento de los pies!
“En vez de eso… ¡lo golpeé en la cabeza con mi paraguas!”²

Supongo que la mayoría de nosotros podemos identificarnos con Jeanette de alguna manera. Tenemos una gran oportunidad para hacer algo que vale la pena y lo arruinamos al hacer o decir algo estúpido. O al estar frente a la tentación, sabemos cómo resistir al enemigo, porque conocemos todos los versículos correctos de la Biblia para cuidarnos por nosotros mismos.  Sin embargo, en vez de poner en “la armadura de Dios,” tratamos de superarla con nuestras propias fuerzas—y fracasamos miserablemente.

Sin embargo, cuando caemos, lo importante es levantarse, aprender de nuestros errores, y continuar, habiendo aprendido a poner nuestra confianza en Dios en cada situación en que nos encontramos. Cuando me siento tentado con malos pensamientos, conociendo mi vulnerabilidad, simplemente oro, “¡Ayúdame, Jesús, ayúdame! ¡Ayúdame, Jesús, ayúdame!”

Se sugiere la siguiente oración: “Dios mío, gracias porque cuando tropiezo y caigo, no me condenas, pero me ayude a ponerme de pie. En cada fracaso por favor, ayúdame a aprender de mis errores, levantarme y, continuar mi camino confiando en ti. Gracias por escuchar y responder a mi oración. Con gratitud, en el nombre de Jesús, amén.”

1. Proverbios 24:16 (NVI).
2. Citado en Bits & Pieces, Volumen F, 4ta edición.