“Yo no necesito entrar en un grupo de recuperación y arreglar mi pasado,” dijo mi buen amigo Graham, “Yo tengo una oración especial y Dios me ha sanado de todo eso.”

Sin embargo, su constante tos visceral me molestaba, pero ¿qué podía decir? Dios le había sanado—¡aquellos que había rezado por él así se lo dijeron! Sin embargo, no mucho tiempo después Graham se enfermó de cáncer. Otra vez oraron por él y un año más tarde me dijo lo mucho que estaba muy agradecido con Dios porque había sido totalmente curado—los que oraron por él se lo dijeron.

Exactamente una semana después estaba de regreso en el hospital. Su cuerpo estaba invadido por el  cáncer. El hospital hizo lo que pudo, pero después de algunas semanas le enviaron a casa a morir.

La realidad era que Graham tuvo una crianza muy disfuncional. Su llamada  hermana era en realidad su madre. Cuando ella era una adolescente tuvo un hijo fuera del matrimonio y su madre adoptó al niño, y crió a ambos como hermanos. Ya de adulto Graham cubrió el dolor causado por el disfuncional entorno familiar convirtiéndose en un adicto al trabajo. Mientras se mantuvo ocupado, no sentía o enfrentaba el dolor. Sin embargo, al tratar de “amortiguar” el dolor muy probablemente contribuyó a su propia muerte.

Muy a menudo, es el dolor enterrado en el pasado—esas emociones negativas reprimidas y sobrealimentadas como la envidia, el resentimiento, la culpa (real o falsa), ira, dolor, pena, miedo, ansiedad y / o el odio, etc., lo que nos hace mal. Estos “pecados del espíritu,” si no se resuelven, pueden ser letales.

Cuando enterramos estas emociones nunca las enterramos muertas, por lo contrario están muy vivas y, como lo dice John Powell: “Cuando enterramos nuestras emociones nuestro estómago lleva la cuenta.” Para decirlo de otra manera, y perdón por el lenguaje, las cosas que guardamos dañan nuestras vidas, tanto en lo físico, como en lo emocional, espiritual y / o en las relaciones. Estas emociones negativas son como un cáncer emocional y ya sea que nosotros atrapemos a este cáncer o el cáncer nos atrape.

Esta es la razón por la cual la confesión desde lo más profundo es absolutamente esencial para la curación. Sin la cual, la oración será como poner una curita sobre una herida profunda sin limpiar el pus. Sólo hace la herida más profunda y aumenta la infección.

Ciertamente, no todas las enfermedades son causadas por asuntos personales  sin resolver, pero si lo fueran, Dios no me va a curar más de lo que me va a curar si mi enfermedad fuese causada por vivir en pecado o de una manera que no es saludable y me negara a cambiar mi forma de ser. Lo que Dios hace es arreglar/tratar aquello que nos enferma para que pueda seguir la curación. Si yo fumo, como alimentos poco saludables, o no hago ejercicio, voy a sufrir las consecuencias naturales. Una vida saludable requiere un estilo de vida saludable, física, emocional, relacional, así como espiritualmente.

Así que cuídense de los curanderos que hacen caso omiso del principio de la confesión genuina, que es esencial para la curación. Como palabra de Dios dice: “Por eso, confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz.”²

Se sugiere la siguiente oración: “Dios mío, acerca de estos constantes ‘dolores de cabeza’ (o lo que sea… nombre la enfermedad específica) que estoy sintiendo, por favor, ayúdame a enfrentar, tratar y resolver cualquier asunto personal no resuelto que pueda estar causando o que afecte mi enfermedad de alguna forma. Por favor, guíame hacia la ayuda que necesito para ver y resolver estos problemas. Gracias por escuchar y responder a mi oración. Con gratitud en el nombre de Jesús, Amén.”

1. 1 Juan 4:1 (NVI).
2.  Santiago 5:16 (NVI).