“Hermanos, consideren su propio llamamiento: No muchos de ustedes son sabios, según criterios meramente humanos; ni son muchos los poderosos ni muchos los de noble cuna. Pero Dios escogió lo insensato del mundo para avergonzar a los sabios, y escogió lo débil del mundo para avergonzar a los poderosos. También escogió Dios lo más bajo y despreciado, y lo que no es nada, para anular lo que es, a fin de que en su presencia nadie pueda jactarse.”1
“Por las calles de Portsmouth [más de dos] cientos de años atrás,” dijo el Teniente General Ira C. Eaker en un discurso que estaba realizando, “caminaba un marinero con un solo brazo, un ojo, en un persistente estado de nervios e incapaz de pisar la cubierta de un barco sin sentirse mareado. De hecho probablemente habría estado en un hogar para los desahuciados de no haber sido su nombre Almirante Lord Nelson. El espíritu de este hombre es lo que lo movía. El punto es, cuando pongan en la balanza las características de un líder, recuerda que un espíritu fuerte puede impulsar a un débil cuerpo por un largo camino.”
Yo creo que este mismo principio se aplica a todos los que buscan vivir en armonía con la voluntad de Dios y a servirle; es decir a las personas con la actitud correcta y un espíritu con determinación.
Cuando Dios dice que no muchos de los que utiliza para hacer su trabajo son sabios o influyentes de acuerdo al estándar del mundo, yo no creo que esté diciendo que no debemos estar preparados o bien calificados. Lo que está diciendo es que él usa gente común que está disponible, que utilizan sus dones, que tienen una gran capacidad, un espíritu fuerte y no caen cuando las cosas se ponen difíciles. Estos son los que confían en Dios, que creen en una causa noble—la causa de Dios—y dedicar sus vidas para ayudar a cumplir esta causa; y que saben que al final serán bienvenidos al cielo por el mismo Jesús con sus palabras, “Hiciste bien, siervo bueno y fiel… ¡Ven a compartir la felicidad de tu Señor!”2
Se sugiere la siguiente oración: “Dios mío, gracias porque has elegido a las personas ordinarias para hacer cosas extraordinarias así como trabajos ordinario en tu Reino. Estoy disponible y oró para que me utilices para ser parte de lo que estas hacienda en el mundo el día de hoy. No importa que tan pequeño o grande sea mi llamado, ayúdame a ser fiel y dame un espíritu corpulento y determinado para que nunca me da por vencido. Gracias por escuchar y responder a mi oración. Con gratitud, en el nombre de Jesús, amén.”
1. 1 Corintios 1:26-29 (NVI).
2. Mateo 25:23.
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