“En el principio Dios.”1
En respuesta al Encuentro Diario de ¿La gente buena se va al cielo? Recibí muchas respuestas. En su mayoría fueron respuestas positivas y como era de esperarse, algunos no estuvieron de acuerdo. En el lado positivo, en esos dos días recibimos 90 respuestas de salvación. En el lado negativo, perdimos una buena cantidad de subscriptores, lo cual sucede cada que escribo sobre “temas delicados” como me gusta llamarles. Sin embrago, lo que fue mas desconcertante fueron todos aquellos que claman que como Dios es un Dios de amor todas las personas buenas se Irán al Cielo.
Lo que es alarmante no es que la gente no este de acuerdo conmigo, ya que mi palabra no es de mas valor que la de cualquier otra persona. Los desacuerdos son buenos y me mantienen con los pies sobre la tierra. El problema es cuando las personas no están de acuerdo con lo que Dios nos dice claramente en su Palabra y lo que Jesús, el Hijo de Dios, dijo cuando estaba aquí en la tierra. Lo que yo tenga que decir es de mínima consecuencia pero lo que Dios ha dicho es final y de consecuencias eternas.
Aquí se encuentra el peligro de no estar de acuerdo con Dios. Cuando hacemos esto, nos ponemos por encima del Dios de toda la creación y nos convertimos en los jueces de Dios decidiendo si nos está diciendo la verdad o no. Cuando clamamos que lo que Dios ha dicho no es verdad estamos implicando que Dios es un mentiroso. ¿Y quienes somos nosotros para juzgar a Dios, mi creador, su creador y el creador del universo?
Tal vez yo no comprenda el porque Dios dice lo que dice o hace lo que hace. Esto es aceptable, pero el ponerme por encima de Dios y convertirme en su juez es, en esencia, toma la posición de Dios. En vez de que Dios tenga la última voz, yo usurpo su posición y me hago a mi mismo la última voz de autoridad. Esto es el equivalente de una hormiga diciéndole al hombre que sabe más que él—y aun esta es una comparación inadecuada y sin esperanza. El ponerme y a mi palabra por encima de Dios y su palabra es lo ultimo en el orgullo, el autoengaño y lo absurdo.
Lo que es aun más alarmante es que el ponerme por encima de Dios es la esencia del pecado. Cuando el hombre fue tentado en el Jardín del Edén (el punto en este contexto no es que esto sea literal o simbólico), Dios le dijo al hombre algo. Satanás vino y le dijo lo opuesto. Entonces el hombre se convirtió en juez de lo que era correcto. Al hacer esto se elevó por encima de Dios y se hizo asimismo su juez. La trágica consecuencia fue que el hombre eligió ignorar la directiva de Dios y siguió su propio camino. Así es como el pecado entró en la raza humana y es la naturaleza misma del pecado. Lo que muchos no comprenden es que el pecado es la rebelión en contra de Dios y sus directivas y en esencia el hacernos dioses a nosotros mismos. Los actos pecaminosos son por consecuencia el resultado. Para ponerlo de otra manera, no somos pecadores porque pecamos, sino que pecamos porque somos pecadores.
El único camino seguro y sensible a seguir es el de permitirle a Dios que sea Dios y adherirnos a sus directivas. El hacer algo diferente no solo es el pecado del orgullo (sé mas que Dios) pero el camino inminente al desastre y la condenación eterna en el infierno lo cual es la separación eterna de Dios y todo lo que amamos en la vida.
Recuerden, “Al principio Dios.” Él también tendrá la última palabra al final. Hace años Nietzsche dijo, “Dios está muerto.” Hoy Dios dice, Nietzsche está muerto.”
Se sugiere la siguiente oración: “Dios mío, por favor libérame del pecado del orgullo y de tratar de ser la voz de la autoridad, y siempre guíame por el camino de la verdad—tu verdad como se encuentra en tu Palabra, la Biblia. Gracias por escuchar y responder a mi oración. De todo corazón en el nombre de Jesús, amen.”
1. Génesis 1:1.
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