Cuando era joven nunca me sentí completamente querido. Durante muchos años había sustituido la aprobación por amor. Recibí mucha aprobación por las muchas cosas buenas que hice y, sí, me hizo sentirme bien en ese momento, pero nunca satisfechos o duradero. ¿Por qué? 

Aprobación se basa en lo que hacemos. Afirmación se basa en quienes somos. La aprobación es algo bueno cuando se da y se recibe por las razones correctas, pero cuando se sustituyen por amor, puede convertirse en otra adicción para evitar enfrentarse al dolor de no sentirse amado.

Muchos de nosotros codependientes padecemos de esta afección. Sólo nos sentimos bien cuando nos sentimos necesitados. Pero en el fondo lo que realmente necesitamos es sentirnos amados y consolidados en el centro de nuestro ser—por quiénes somos y no por lo que hacemos. Sobre todo, necesitamos experimentar el amor y la afirmación de Dios nuestro Padre celestial. Sólo cuando nos sintamos reafirmados, podremos bajarnos del carrusel de hacer cosas para conseguir la aprobación.

¿Y cómo experimentamos el amor de Dios el padre y la afirmación en el centro de nuestro ser? En primer lugar, al creer que Dios nos ama porque su palabra lo dice. Y segundo, al compartir mi ser en su totalidad (incluyendo mi lado oscuro) con uno o dos amigos de confianza quienes me aman y me acepta tal como soy—con verrugas y todos. Y al amarme y aceptarme de esta manera, poco a poco, llego a amarme y aceptarme a mí mismo, y al hacerlo, me abro para aceptar el amor de Dios el Padre y su aceptación a través de ellos.

Se sugiere la siguiente oración: “Dios mío, ayúdame a creer, conocer y experimentar tu amor por mí en el centro de mi ser. Ayúdame a encontrar a un amigo de confianza que refleje tu amor incondicional y con quien pueda compartir mi ser en su totalidad, ‘verrugas y todos,’ y experimentar tu amor a través de ellos. Gracias por escuchar y responder a mi oración. Con gratitud, en el nombre de Jesús, amén.”

1. Jeremías 31:3 (NVI).