“Confía en el Señor con todo tu corazón, no dependas de tu propio entendimiento. Busca su voluntad en todo lo que hagas, y él te mostrará cuál camino tomar.”1
Viejos hábitos y viejas creencias son difíciles de morir. Por siglos la gente creía en la opinión de Aristotle. El opinaba que lo mas que pesara un objeto, lo más rápido que caería a tierra.
Según un reporte que leí, en el año 1589 Galileo desafió la enseñanza de Aristotle. El invito a profesores estudiados a la base de la Torre Inclinada de Pisa. Galileo subió a la parte superior de la torre y dejo caer una pesa de diez libras y otra de una libra. Las dos pesas cayeron al mismo instante, pero aun así los profesores no creían lo que habían visto. Ellos insistían que Aristotle tenía la razón.
Este solo es otro ejemplo de personas creyendo lo que quieren creer. Es como el dicho antiguo, “No me confundas con los hechos, mi mente esta decidida.”
Algunos de nosotros evitamos enfrentar los hechos porque nos sentimos amenazados por ellos. Otros de nosotros no enfrentamos la realidad porque va en contra de nuestros sentimientos. Yo soy un gran creyente en reconocer los sentimientos, pero no siempre puedo confiar en mi interpretación de ellos. Hay veces en que solo necesito enfrentar y aceptar los hechos y hacer lo que la Biblia dice que haga o no haga sin tener en cuenta mis sentimientos. Es mucho más sabio confiar en la Palabra de Dios en vez de mis sentimientos.
Que tan tonto seria manejar por la carretera e ignorar un aviso importante que dice “Peligro por delante” porque sentimos que es aviso esta incorrecto. La madurez reconoce nuestros sentimientos, comprueba si son realidad, y no permite que tomen el control. Cuando se trata de la vida, si nuestros sentimientos no armonizan con la Palabra de Dios, vale más que sigamos la Palabra de Dios en vez de darle la autoridad a nuestros sentimientos porque esto puede ser un camino peligroso a seguir, especialmente cuando se trata de la vida eterna y valores eternos.
Oración sugerida: “Querido Dios, ayúdame a siempre estar consciente de mis sentimientos, reconocer y aceptarlos, expresarlos apropiadamente cuando sea necesario, pero nunca permitir que me controlen. Gracias por escuchar y contestar mi oración. Te agradezco. En el nombre de Jesús, amen.”
1. Proverbios 3:5-6 (NTV).
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