Lo que proyectamos

“Si se mantienen fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.”1

Es sorprendente cuánta gente culpa a Dios, el diablo o cualquier otra persona por su propio comportamiento irresponsable. Tengo una charla que daba la cual titulé, “El diablo no me hizo hacerlo—puedo arruinar las cosas por mí mismo.” Y sí que puedo. Claro que todos estamos tentados de vez en cuando, pero cada uno de nosotros es responsable de la elección que hagamos sea para resistir la tentación o ceder a ella.

Un antiguo partidario de nuestro trabajo, un hombre de unos treinta y tantos años se quejaba conmigo sobre el sexo opuesto debido a sus repetidas experiencias fallidas en las relaciones e intentó, sin éxito, tratar de convencerme para que estuviese de acuerdo con él en su auto-justificación. De ninguna manera. Una joven mujer angustiada se lamenta del hecho de que ella había quedado embarazada de su novio y se preguntaba por qué Dios permitió que esto sucediera. ¿Increíble? Otro hombre que conozco está convencido de que hay algo mal con la mayoría de los hombres con quienes ha tenido trato ya que a ninguno de ellos les agrada.

Y aquí está un clásico de una mujer en un grupo de apoyo el cual yo dirigía algún tiempo atrás. “No puedo entender por qué Dios me dio un marido terrible,”  se quejaba amargamente en un quejumbroso—pobre de mí—tono de voz.

“¿Quién eligió a su marido?” Le pregunté.

Ella respondió muy en serio “¡Dios lo hizo!” Su evasión de la responsabilidad personal y la negación de la realidad eran dolorosamente patéticas. No había manera de conseguir que enfrentar la realidad, y mucho menos lograr que se echara una buena mirada para ver la verdad acerca de sí misma. Sin acceso a la verdad no hay ninguna resolución, no hay recuperación, ni libertad.

“Cuando se trata de personas [como esta],” dice Jim Rohn, “Por lo general tomo el enfoque obvio. Cuando alguien dice, ‘Esto siempre me pasa a mí y eso siempre me pasa a mí. ¿Por qué siempre me pasan estas cosas?’ Simplemente digo, “no lo sé. Lo único que sé es que ese tipo de cosas parecen ocurrirle a personas como usted.’”

Esto puede sonar duro, pero es verdad. El hecho es que lo que proyectamos es lo que se nos regresa y lo que permitimos es lo que reforzamos. Nosotros o le hacemos frente a la realidad y admitimos exactamente cuál es nuestra parte en todas estas situaciones y entramos en un programa de recuperación, o seguiremos repitiendo los patrones negativos del pasado. Como dice el refrán: “Si seguimos haciendo lo que siempre hemos hecho, seguiremos consiguiendo lo que siempre hemos conseguido, y vamos a seguir sintiendo lo que siempre hemos sentido.” Es ya sea la resolución o la repetición.

Las únicas personas que Dios o alguien puede ayudar son aquellas que dicen: “Tengo un problema. Necesito ayuda.” Y mientras usted y yo permitamos que las personas en nuestra vida continúen saliéndose con la suya—rompiendo los límites, y tengan un comportamiento irresponsable, nos convertimos en una parte de su enfermedad.

Se sugiere la siguiente oración: “Dios mío, cada vez que estoy en un atasco o atrapado en un conflicto o un problema, por favor, dame el coraje de enfrentar la realidad y ver la verdad de lo que estoy contribuyendo a la situación. Y luego dame el buen sentido de hacer algo al respecto y resolver mi parte en ello. Gracias por escuchar y responder a mi oración. En el nombre de Jesús, amén.”

1. Juan 8:31-32 (Nueva Versión Internacional).

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