Dolor, 2da parte: El gran motivador

“Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas, pues ya saben que la prueba de su fe produce constancia. Y la constancia debe llevar a feliz término la obra, para que sean perfectos e íntegros, sin que les falte nada.”1

Ayer hablamos acerca de que todo el dolor es causado por el hecho de que vivimos en un mundo pecaminoso y destrozado y el dolor no será algo del pasado hasta el regreso de Jesucristo y termine con todo el dolor de sus fieles seguidores. Mientras tanto ¿cómo podemos vivir con el dolor personal?

No hace mucho tiempo estaba una amiga en nuestra casa. Recientemente se había enterado de que tenía cáncer; ella tiene alrededor de 35 años. Esa misma semana nos enteramos que una persona miembro del personal pastoral de nuestra iglesia acababa de descubrir que ella también tenía cáncer. Y de hecho, a principios de este año descubrimos que Joy, mi esposa, tenía cáncer de pecho/mama y necesitaba una mastectomía. Muchos de nuestros lectores nos escriben para compartir sus dolorosas situaciones. La gran pregunta que la mayoría de nosotros nos hacemos en tales momentos es, “¿Dónde está Dios cuando sufrimos?”

No quiero sonar muy simplista, y ciertamente no digo que tenga todas las respuestas, pero por alguna razón el dolor es la forma en la que la naturaleza nos hace saber que algo no está bien y necesita atención. Es un aparato de defensa. Cuando un hueso se quiebra, nos duele, si no nos duele, existe la posibilidad que no lo cuidaremos en forma adecuada y no sanará apropiadamente.

Sin dolor, la vida seria extremadamente peligrosa. Por ejemplo, el primer síntoma de un colesterol alto, el cual por si mismo no causa dolor, puede ser la muerte súbita por un ataque al corazón. Uno de los peligros de la lepra es la perdida de la sensibilidad al dolor. Una persona con esta enfermedad se lastima un pie, pero al no sentir dolor, no hay manera de recordarle que debe proteger la herida. Se lastima de nuevo. Y de nuevo. Aun no hay dolor. Eventualmente él perderá su pie.

Dios mío gracias por este tipo de dolor. Es una fuerza impelente que nos motiva a cuidarnos de forma apropiada cuando sentimos dolor. También es uno de los motivadores mas efectivos (y tal vez el único motivador) que nos lleva a mirarnos a nosotros mismos y a tratar con nuestros problemas personales, a resolver el pasado, y a crecer en madurez. Una de las peores cosas que podemos hacer con nuestro dolor es el ignorarlo o negarlo, y alejarnos de el. Necesitamos aceptarlo e invertirlo; primero en nuestro crecimiento y madurez y después apoyando a otros que están pasando por las mismas experiencias o experiencias similares.2

Se sugiere la siguiente oración: “Dios mío, ayúdame a comprender el propósito del dolor en mi vida y a comprender que tu deseas que lo utilice para que me ayude a crecer y a ser una mejor persona mientras que Satanás desea que lo use para desanimarme y amargarme. Ayúdame a escoger el buen camino y así llegar a ser una persona mas sana y mas madura y de al misma forma poder consolar a otras personas que estén experimentado/sufriendo el dolor. Gracias por escuchar y responder a mi oración. De todo corazón en el nombre de Jesús, amen.”

1. Santiago 1:2-4 (NLT).
2. Adaptado de How to Mend a Broken Heart, de Dick Innes. Disponible solamente en inglés en www.actscom.com/store.

<:))))><

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

You may use these HTML tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <strike> <strong>