“Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor.”1
Después de la Segunda Guerra Mundial algunos soldados alemanes se ofrecieron de voluntarios para reconstruir una catedral en Inglaterra, una que había sido dañada por los bombardeos de la Luftwaffe. Al ir progresando la labor, ellos no estaban seguros de cómo restaurar una gran estatua de Jesús con los brazos extendidos y con la familiar inscripción, “Ven a mí.”
Fueron capaces de reparar todos los daños a la estatua a excepción de las manos de Cristo las cuales habían sido destruidas totalmente. ¿Debería incluso intentan reconstruir estas?
Los trabajadores llegaron a una decisión que aún permanece el día de hoy. Ellos decidieron no reparar las manos y cambiar la inscripción para que leyera: “Cristo no tiene otras manos más que las nuestras.”
Mientras que Jesucristo pagó el precio y compró nuestra salvación en la Cruz con su vida, él dejo en nuestras manos el trabajo “diestro” de construir su reino. Nosotros somos sus representantes y, para muchos, el único Cristo que ellos verán es “el Cristo” que vive en nosotros. Un cartel en la pared de la Oficina en el Colegio Wheaton lo dice todo:
La verdad viviente es la que ya no veo más,
No puedo vivir en lo era antes,
Así que cierra tu Biblia y enséñame cómo
Vive ahora el Cursito del que me hablas.
Se sugiere la siguiente oración: “Dios mío, por favor usa mis manos y ayúdenme a ser como Cristo, primero con mis seres queridos, y después con quien sea que traigas a mi vida el día de hoy. Permite que ellos al ver a Jesús en mi, también te quieran tener en sus vidas. Gracias por escuchar y responder a mi oración. Con gratitud en el nombre de Jesús, amén.”
1. 2 Corintios 3:18 (NVI).
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