“Alégrense los cielos, regocíjese la tierra; brame el mar y todo lo que él contiene; canten alegres los campos y todo lo que hay en ellos. Canten jubilosos todos los árboles del bosque, canten delante del Señor, que ya viene… Y juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con fidelidad.”1
Imagínense, si pueden, vivir en un mundo sin árboles. ¿Qué tan desolado sería ese lugar? Pero los árboles no son sólo una cosa de belleza. Tienen un papel muy estratégico en nuestro mundo. Convierten la luz en energía y “respiran” el dióxido de carbono exhalado por el hombre y los animales. Utilizan este gas para ayudar a la fabricación de alimentos y a su vez exhalan oxígeno, que a su vez el hombre vuelve a respirar. Ayudan a limpiar el aire de partículas de polvo, detienen la erosión y restaurar los desiertos. Proporcionan forraje, madera e innumerables otros productos. El hecho de cómo levantar enormes cantidades de agua a sus ramas más altas y la fabricación de alimentos sigue siendo un misterio.
Como tan elocuentemente lo expresa la poetisa Joyce Kilmer:
Creo que jamás mis ojos podrán ver,
Un poema tan dulce como un árbol al amanecer.
Un árbol cuya hambrienta boca,
Presiona el corazón de la tierra que toca.
Un árbol que a Dios mira todo el día,
Y en oración eleva sus hojosos brazos cada día.
Un árbol que lucir puede en verano,
El nido de un ruiseñor en su cabello adornado.
Sobre cuyo pecho la lluvia ha reposado,
Pues con ella vive íntimamente ligado.
Los tontos como yo suelen escribir poesía,
Pero sólo Dios puede crear árboles cada día.2
Se sugiere la siguiente oración: “Dios mío, gracias por toda la belleza y la creatividad que nos has dado en la naturaleza. Que siempre me recuerde de tu majestuosidad, de tu increíble poder, y tu amor eterno. Gracias por escuchar y responder a mi oración. Con gratitud, en el nombre de Jesús, amén.”
1. Salmo 96:11-13 (NVI).
2. Joyce Kilmer 1886-1918.
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