He leído cómo uno de los mejores escultores de Dinamarca tenía una ambición que le consumía por esculpir la estatua más grandiosa de Jesucristo jamás creada. El empezó el doloroso proceso de hacer un molde de barro de una triunfante y majestuosa figura. “Esta será mi pieza maestra,” dijo el día que el modelo estuvo terminado.

Sin embargo durante la noche, una pesada neblina cayó en el área y la brisa marina entró en el estudio del escultor  a través de una ventana abierta. Por la mañana quedó totalmente sorprendido al ver su modelo. Las gotas de humedad que se habían formado en la estatua habían creado la ilusión de estar sangrando. La cabeza estaba de lado. La expresión facial se había convertido en compasión. Sus brazos habían bajado y expresaban bienvenida. El artista estaba angustiado y horrorizado de tener que empezar de nuevo.

Entre más miraba la escultura de el Salvador, sus pensamientos empezaron a tomar una forma diferente. Se dio cuenta que su imagen de Cristo estaba muy cerca de la realidad. Entonces escribió un rotulo y lo colocó bajo la figura: “¡Ven a mí!”

De hecho, ese es el llamado de Jesús a cada uno de nosotros hoy en día, “ven a mí.”

Se sugiere la siguiente oración: “Dios mío, en las palabras del escrito de himnos, ‘Tal como soy sin un pedido, pero porque tu sangre se derramó por mí y por tu perdón vengo a ti, Oh cordero de Dios voy a ti, voy a ti.’ Gracias por escuchar y responder a mi oración. Con gratitud, en el nombre de Jesús, amén.”

NOTA: si ustedes nunca se han acercado a Jesús y recibido su perdón y el regalo de la vida eterna, asegúrense de leer el artículo: “Como estar seguro de ser un cristiano real – sin tener que ser religioso” en” https://learning.actsweb.org/sp/conocer_a_dios1.php.

1. Jesús en Mateo 11:28-30 (NVI).