“Aun si voy por valles tenebrosos, no temo peligro alguno porque tú estás a mi lado; tu vara de pastor me reconforta.”1
Kim Sherer escribe: “una noche mientras que mi hijo, Ryan, dormía, una tormenta comenzó a azotar. Después del fuerte trueno de un relámpago, le oí despertarse por lo que fui a su habitación para consolarle. Me pidió que me quedara con él hasta que se durmiera. Mientras estaba recostado junto a él me di cuenta que no me pidió que desapareciera a la tormenta, sino que me quedara con él. ¿Cuántas veces, me pregunté, le he pedido a Dios que se lleve las tormentas de mi vida, cuando en su lugar lo que necesito pedirle es que se quede conmigo y me ayude a permanecer tranquilo hasta que estas pasen?”2
Kim tiene un buen punto. Como el escritor de himnos, Charles A. Tindley, lo puso tan acertadamente:
Cuando golpean las tormentas de la vida
Quédate junto a mi (quédate junto a mi);
Cuando golpean las tormentas de la vida
Quédate junto a mi (quédate junto a mi);
Cuando el mundo me lleva
Como a un barco en el mar
Tú que controlas el viento y el agua
Quédate junto a mi (quédate junto a mi);
En medio de la tribulación,
Quédate junto a mi (quédate junto a mi);
En medio de la tribulación,
Quédate junto a mi (quédate junto a mi);
Cuando los entes del infierno atacan
Y mi fuerza comienza a fallar,
Tú que nunca has perdido una batalla,
Quédate junto a mi (quédate junto a mi).3
Se sugiere la siguiente oración: “Dios mío, gracias por tu promesa de que no importa que tan oscuro este el valle por el que camino, tu siempre estarás junto a mí y nunca me abandonarás. Gracias por escuchar y responder a mi oración. Con gratitud, en el nombre de Jesús, amén.”
1. Salmos 23:4 (NVI).
2. Kim Sherer. Citado en www.TFTD-online.com
3. Letra y música en: http://www.cyberhymnal.org/htm/s/t/standbym.htm
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