“Los hombres de Israel participaron de las provisiones de los gabaonitas, pero no consultaron al Señor.”1
Cuando los ejércitos del antiguo Israel, con Josué como su líder, estaban conquistando la tierra prometida, los reyes y las Naciones circundantes estaban comprensiblemente aterrorizados. Esto fue porque Dios estaba con los israelitas dándoles grandes victorias sobre sus enemigos — enemigos a quienes Dios comandó a los israelitas a destruir a causa de sus maneras pecaminosas, decadentes y autodestructivas.
Los hombres del cercano país de Gabaón, recurrieron a artimañas. Enviaron una delegación con la apariencia de ser provenientes de una tierra lejana, y así poder engañar a Josué y hacerle firmar un tratado con ellos. Sus asnos llevaban sacos desgastados y botas de vino viejas y remendadas. Llevaban ropa vieja, sandalias desgastadas y con parches, y el pan que se llevaban con ellos estaba seco y mohoso.
Su disfraz funcionó muy bien. Josué firmó un tratado con ellos sólo para descubrir más tarde que eran de un pueblo vecino entre aquellos países que Dios le habían dicho a Josué que destruyera. Como resultado tendrían que vivir con las consecuencias.
El error de Josué fue que hizo este tratado sin orando y preguntarle al Señor — una valiosa lección que todos debemos de aprender.
Se sugiere la siguiente oración: “Dios mío, ayúdame a nunca olvidar mi necesidad por tu sabiduría y liderazgo, a buscar diariamente tu consejo en todo lo que haga. Gracias por escuchar y responder a mi oración. Con gratitud, en el nombre de Jesús, amén.”
1. Josué 9:14 (NVI).
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